Una visita al Paraíso

Intentaba caminar aparentando seguridad, pero mis manos me traicionaban. Respiré hondo un par de veces mientras me sujetaba la toalla. No estoy acostumbrado a que todas las miradas se dirijan hacia mí. Es lo que tiene ser el chico nuevo. La mitad me mira con indiferencia mientras que el resto me da un repaso de arriba abajo y parezco ganado en una feria. Me siento sofocado, así que me dirijo a la piscina. El agua está fresquita y entro despacio mientras observo a mí alrededor y me llevo la primera sorpresa de la noche. Justo en frente, se encuentra el chico más sexy que haya visto en mi vida. Con una cara de ensueño y un cuerpo de actor porno. Me quedo mirándolo embobado y para cuando me doy cuenta del ridículo que estoy haciendo, él ya se ha levantado y ha salido de la piscina. Escucho risitas a mí alrededor y me hundo en el agua preso de la vergüenza. Sé de sobra que juego en otra liga, pero tenía un cuerpo tan perfecto, que era muy difícil no mirarlo y regodearte con sus músculos de atleta. En fin, me bajo el calentón a base de permanecer hundido en el agua como un hipopótamo hasta que me calmo y vuelvo a sentarme en el bordillo.
Pasado un tiempo un madurito se sienta a mi lado. Comienza a charlar conmigo de forma amigable y por fin consigo relajarme. Hace un par de bromas y sonríe con tanta calidez que hace que me sienta cómodo. No soy bueno calculando la edad, pero debe tener unos cuantos, porque su vello castaño oscuro está salpicado de canas. Desde la perilla, que ya parece más blanquecina que oscura, hasta su torso, con esos rizos salvajes que rodean sus pezones sonrosados. Son tan grandes que me recuerdan a un biberón.
─¿Si tanto te gusta por qué no lo tocas? ─me preguntó sonriéndome con picardía y yo bajé la mirada mientras sentía un calor en mis mejillas. Me cogió la mano despacio y la acercó hasta su pecho. Su corazón latía con fuerza, no era el único que estaba nervioso. Su piel era suave y blandita. Enterré mis dedos entre su vello y lo acaricié. Sin duda, no tenía un cuerpo perfecto, pero todavía se mantenía en forma y me resultaba atractivo. Acaricié sus pezones que se pusieron duros y me acerqué, despacio, para lamerlos. Sentí como su mano, grande y viril, subía despacio por mi muslo hasta acercarse a mi rabo, que estaba duro como una piedra.
─Joder, chaval, pedazo de herramienta tienes.
La verdad es que nunca pensé que tuviera una buena polla, pero si todo el mundo me estaba mirando con los ojos como platos, sin duda, debe serla. Me pregunta si quiero ir con él a una cabina y asiento, pero le digo que es mi primera vez en Paraíso y me vuelve a sonreír.
─Vaya, parece que he sido el afortunado en llevarme el premio gordo.
No, no lo eres, más bien soy yo el afortunado. Lo rodeo por la cintura buscando refugio y por el pasillo nos cruzamos con mi “amigo” el actor porno. Primero mira mi polla dura y gorda con deseo, casi parece que se esté relamiendo. Después, le da un repaso a mi acompañante con una mirada llena de envidia. Mala suerte, nene, esto te enseñará a no despachar a la gente a la primera de cambio.
Al tercer intento, encontramos una cabina libre. Coloco la toalla encima de la camilla y me recuesto. Luis se la quita también y deja al descubierto una verga larga y venosa cubierta por un prepucio de color marrón. Veo unas gotitas de precum y le beso con ganas. Joder, qué bien usa la lengua, mi polla palpita de excitación. Me muerde la barbilla y siento un calambre de gusto. Me da mordisquitos en el cuello y baja besando y lamiendo mi cuerpo mientras gimo de placer. Él pasa su lengua en la puntita de mi pene. Lo lubrica bien y se lo mete en la boca. Acaricia mis huevos con las manos mientras su boca sube y baje tragándose mi polla entera. Cada cuatro veces se detiene para pasarme la lengua por el prepucio y me hace subir hasta las estrellas mientras no dejo de gemir. Me relajo y me dejo hacer, sus manos me masturban mientras sus labios me besan la polla. Su boca caliente y húmeda es tan suave que como siga así no voy a tardar mucho más en correrme. Veo cómo su boca sube y baja con ritmo y noto cómo me va subiendo la lefa. “Me voy a correr, me voy a correr”, le digo y él aumenta el ritmo mientras sus labios me aprietan el glande. “No puedo más, me corro, me”… Antes de que acabe la frase, le disparo los chorros de esperma dentro de su boca. Él no para de pasarme la lengua por el frenillo y yo sigo soltando lefa como si fuera un espray de nata montada.
─Pedazo de corrida, chaval, ¡y cuánta lechita!
Se agacha y pasa la lengua en el perineo hasta que mete la puntita en mi ano. Su lengua se mueve de forma ágil y mi esfínter se relaja. Me acerca un dedo a la boca y lo chupo. Me encanta esa mano tan grande y fuerte. Le digo que me tiene a puntito de caramelo y me responde que esa era la idea. Luis introduce el dedo y me estimula la próstata. Mi polla sigue completamente dura y quiero sentirle dentro de mí. Noto el frío del lubricante y esta vez me introduce dos dedos. Aunque me cuesta dilatar (es lo que tiene no haber follado mucho) es todo un experto y antes de que me haya dado cuenta, se había puesto el condón. Una pena, me hubiera gustado chupársela. Quizás para la próxima. Me levanta las piernas y me penetra tan suavemente que no me ha dolido nada. Se agacha para besarme y yo le rodeo con los brazos. Me encanta ese cuerpo grande cubierto de vello.
Me agarra de los tobillos y me abre aún más las piernas. Me pregunta si estoy listo y asiento, y entonces comienza a moverse con ganas.
─Qué apretadito lo tienes, parece el culo de un virgen.
Parece que la idea lo ha excitado aún más, porque noto cómo crece dentro de mí. Me folla tan duro que me produce una mezcla entre placer y dolor. No es fácil de saber cuándo empieza una y termina la otra. Su culo se mueve tan rápido que escucho el sonido de sus pelotas al chocar. Cada vez más relajado no paro de gemir de gusto y empiezo a soltar precum.
Me suelta una de las piernas y cambia la postura. Noto que su ritmo salvaje se hace más lento y sus embestidas más profundas. En esta postura puedo acariciar su torso y juego con sus pezones. Eso parece excitarle, así que continúo. Me vuelve a besar. Su lengua es como el fuego en mis labios, hace que me derrita. Me susurra guarradas al oído y me preparo para el fin de fiesta. Se recuesta hacia mí, separando mis piernas y sujetándolas con los brazos. Su rabo enhiesto entra y sale entero de mi culo. Demasiado grande para mi culito estrecho. Me la vuelve a meter con fuerza, hasta el fondo, para abrirlo bien. Lo repite y cada vez me entra mejor hasta que dilato por completo y la siento entera dentro de mí. Me sonríe otra vez y me hace sentir seguro. Entonces mueve su polla cada vez más rápido y veo su cara de placer. Eso me excita más y le agarro del culo para que me la meta más fuerte. Escucho el sonido del choque de nuestros cuerpos y él cierra los ojos. ¡Está a punto de correrse!
Me folla duro y profundo que no puedo parar de gemir. Cada vez me penetra con más ganas y yo no puedo resistirlo más. Jadea con fuerza y se mueve tan rápido que no creo que pueda aguantar el ímpetu de sus embestidas. Le aprieto los pezones y le digo que se corra, pero sigue con su ritmo frenético y me empieza a doler. La noto cada vez más dura y grande. El sudor le perla la frente mientras me folla sin piedad. Puro sexo cuyo único objetivo es satisfacer sus propias necesidad. Me ha pillado con ganas.
─Te voy a reventar ese culito virgen y vas a saber lo que es bueno…
Deja caer todo su cuerpo con cada penetración, no sé qué me estará tocando, pero me muero de gusto. Cierro los ojos y me dejo hacer. Él continúa con su asalto y en lo único que puedo pensar es en que termine de una vez. No puedo aguantar más y tengo un orgasmo que fluye despacio y se mantiene alargado en el tiempo con cada una de sus penetraciones. Entonces mi leche caliente resbala desde mi polla hasta la tripa. Suelto un chorro cada vez que me penetra hasta al fondo hasta que él se detiene y termina dentro de mí con un gruñido de placer. Después se deja caer encima de mí y yo lo abrazo mientras él me cubre de besos. No esperaba tanta ternura después de un polvo tan salvaje, la verdad. Así que la disfruto.
─Espero no haberte hecho mucho daño, me has puesto burrísimo.
Sonrío. Aunque tengo el culo ardiendo y sé que me va a doler una temporada le digo que estoy bien. Después de un polvazo como este, es lo menos que puedo decir. Me recuesto en su regazo y le pregunto cuando repetimos. Él me vuelve a sonreír y me da un beso en la frente mientras me contesta que cuando quiera.
Y repetimos, ¡vaya sí lo hicimos!, pero esa es otra historia.
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